No me gusta ir al Zoológico. No me atrae ver animales encerrados. Aunque sea en un espacio muy parecido a su hábitat, no deja de ser una prisión. No me atrae pasar todo un día recorriendo senderos bajo el sol inclemente. Detesto hacer largas filas y sufrir por comida cara y mala. No me gusta el olor. Y nunca entenderé por qué hay gente que le emociona pasar un día entero entre la muchedumbre y la tristeza de un zoológico.
La última vez que tuve que ir al Zoológico Guadalajara por petición de familiares que nos visitaban, opté por esperar recostada en el césped bajo la sombra de un árbol mientras los demás entraban al serpentario y otras atracciones. Luego saqué mi camarita para pasar el rato de una forma más amena.
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