"Cada
día de nuestra vida hacemos depósitos en el banco de memoria de nuestros
hijos". (Charles Swindoll)
Hoy en día hablamos mucho de cuánto han cambiado las cosas con respecto a cuando nosotros éramos niños y todos esos juegos tan divertidos que requerían de mucha imaginación más que cualquier otra cosa. Con toda esta revolución digital, el éxito virtual y el impacto de nuevas tecnologías han relegado a los juegos tradicionales que se podían construir, tocar u oler, y pareciera que casi todos los niños y las niñas en la actualidad sólo se entretienen en el mundo virtual.
Cada vez más se acorta la edad para jugar con juguetes y ahora niños de 5 años ya están pidiendo como regalo teléfonos celulares, tabletas o computadoras, y en cuanto aprenden a leer ya quieren su cuenta en Facebook, porque es “lo que todos hacen”, como me lo expresó hace unos días mi hijo de tan sólo 6 años de edad, quien ya hace un rato que descubrió la magia del “click” y ya no necesita ayuda para usar los aparatos tecnológicos con que contamos en casa.
En cierta manera, esta situación no me parece tan mala porque así es la época que estamos viviendo, más bien creo que el problema está en nosotros como padres, si no sabemos dosificar el tiempo que le dediquen a esta forma de entretenimiento o si el tiempo que nosotros les dedicamos a ellos no es de calidad, ni cuidamos que este contacto tecnológico no les resulte nocivo.
Es verdad que el trabajo nos absorbe, que la situación económica nos orilla a trabajar más de lo que debiéramos, que cuando llegamos a casa lo único que deseamos es descansar y tener tiempo para nosotros mismos. Que los fines de semana queremos levantarnos muy tarde y no salir en todo el día... Por eso estos medios de entretenimiento en casa nos resultan a veces lo más fácil. Pero ellos son niños con mucha energía y ganas de hacer miles de cosas. Es nuestra responsabilidad darles lo mejor para que disfruten al máximo esta etapa de su vida. De nosotros depende que elijan Play Station o una pelota.
Con esta lección que mi hijo me dio, recordé cuando niña cómo deseaba pasar una tarde en el parque con mis padres y la alegría que me causaba que me llevaran al cine sólo a mí, sin mis hermanos. Ese poco tiempo exclusivo que me daban, son de las cosas más bonitas de mi infancia. Por eso, el otro día, sin pensar más que en la diversión y dejando la casa “tirada”, desde muy temprano nos fuimos al parque Selva Mágica, donde los pequeños jugaron hasta el cansancio y esas sonrisas no las cambiaría por nada; sobre todo la ternura reflejada en sus rostros al disfrutar de un show de delfines que presentan en este centro de diversiones.
Y hablando de delfines, es increíble lo que estos hermosos animalitos pueden lograr en un niño y lo atractivo que les resultan, pues ahora es su interés prioritario y quieren saber todo de ellos. Así que me puse a investigar en Internet y di con la página www.tuscupones.com.mx que entre otras miles de opciones, ofrece cupones de descuento para disfrutar de una experiencia en contacto con los delfines, lo cual estamos considerando seriamente para nuestras próximas vacaciones.
En fin... Este post me recordó que ya hace un año decidí dejar un trabajo que, aunque era estable, no me permitía dar a mis hijos el cuidado y las atenciones que merecen. Una difícil decisión de la cual no me arrepiento, pues aún cuando en momentos la situación económica se vuelve muy pesada, nada vale más que las alegrías que podamos darles durante esa etapa de su vida, que es la que marcará la diferencia en su futuro. Eso lo tengo bien claro.
Fotos: Angie Vázquez